dissabte, de maig 29, 2010

El veritable «nivell» de Quim Monzó

CARTA ENVIADA A LA VANGUARDIA I, EVIDENTMENT, NO PUBLICADA

Llegint la columna de Quim Monzó (19/09/09) referent al reportatge Sense Ficció, que recollia imatges gravades per testimonis de l'11-S de 2001 a Nova York, he arribat a la conclusió que potser vam veure programes diferents.

Ell assegura que es van gravar els impactes dels avions, però en cap moment s'hi veu cap avió. I això no deixa de ser curiós, donat que és fàcil imaginar que hi deuria haver centenars, o fins i tot milers de càmeres enfocant les Torres Bessones a partir del moment que va començar a sortir fum de la primera. Hem de concloure que cap d'elles, ni una de sola, va captar el xoc de l'avió contra la segona? És estrany, oi?

Afirma també que el sol fet que al programa no hi hagi narrador automàticament implica que no t'indiquen el que has de pensar. No sé pas d'on ho treu això, donat que és fàcil manipular els sentiments de l'espectador amb la selecció d'images i declaracions. Per exemple, hi vaig sentir ben clarament diversos testimonis que clamaven per una venjança immediata i per anar a la guerra sense concretar contra qui.

A mi em va semblar un reportatge que clarament buscava tornar a mostrar el caos, revifar la ràbia i remoure les emocions més primàries. Però, com he dit, potser vam veure programes diferents.

Jordi

::::::::::::

LA COLUMNA CITADA DE LA «VACA SAGRADA» (I BEN ALIMENTADA)

La basura, para los basureros

Quim Monzó - La Vanguardia 19/09/2009

Como en todo documental que prescinde de narrador, esa ausencia es una bendición

En casa, frente al sofá está el televisor grande. Desterrado de ese paraíso por entes que lo ocupan de forma rotatoria y dominan los ocho mandos que ya hay (el del televisor, el de la TDT, el del DVD, el del vídeo y cuatro más que ni sé para qué sirven), la verdad es que desde hace años veo poca tele. Por la noche, salgo de la habitación donde escribo y leo y, mientras atravieso la sala hacia la cocina - para beber agua o para poner cubitos nuevos en el vaso de whiskey-,echo un vistazo y sigo mi camino. Pocas veces me detengo a reivindicar mi trozo de sofá.

Pero el jueves por la noche no fue así. Estrenaban Sense ficció,un programa de reportajes presentado por Joan Salvat y su mítica cantinela. El del jueves se titulaba 102 minuts que van canviar Amèrica desde las calles o desde las casas cercanas-,grabaron el impacto de los aviones, la gente que iba cayendo, los papeles de las oficinas volando, las torres al desplomarse, la capa de cenizas sobre quienes escapaban, los bomberos intentando recuperar la respiración con máscaras de oxígeno tras salir de la inmensa nube gris... Qué turbadoras las imágenes de los bomberos por las calles, suplicando agua. Qué sobrecogedoras las grabaciones desde pisos cercanos a las torres, cuando ellos aún no saben que está pasando lo que ahora sabemos que pasó, y la voz de fondo de una niña que pregunta qué sucede y su madre le dice que se vaya al cuarto a mirar la tele.

Como en todos los documentales que prescinden de narrador, esa ausencia - que nadie te indique qué pensar-es una bendición. Durante todo el rato que estuve frente al televisor, boquiabierto y con el vaso vacío en la mano, me venían a la cabeza las estrategias de la narrativa sin ficción de Truman Capote, y los procedimientos de Tom Wolfe para los nuevos periodistas: "la construcción escena-por-escena"; "para ser de verdad testigos de escenas de la vida de otras personas a medida que van teniendo lugar, y registrando todo el diálogo"; "presentar cada escena a través de los ojos de un personaje concreto, para que el lector tenga la sensación de estar dentro del cerebro del personaje, experimentando la realidad emotiva de la escena mientras él la experimenta...".

Y después hay sabidillos que dicen que la tele no es más que basura.